Recuerdo la primera vez que visité una prisión. Como otras tantas veces me sentí perdida, pequeña, atacada de novedad y desconocimiento. En el locutorio hacía frío, mucho frío y tuve que esperar más de diez minutos mientras oía los altavoces repetir los nombres de mis clientes.

En el locutorio de Abogados sólo había una mesa arrinconada y una silla verde, raída y sucia. En la pared un único cuadro. Un hombre y una mujer abrazados, deseando convertirse en inseperables tras aquellas grandes pinceladas. No sé ni su autor ni su título pero siempre he pensado que era una metáfora de la libertad ... teniendo en cuenta mis escasos conocimientos sobre pintura, seguramente estaré equivocada ...pero a mi me cautivó así, dándole ese sentido; también cuando las miradas de P. se desviaban a ratos de mis palabras y susurraban recorriendo el contorno de la pareja de enamorados.
Cuando el locutorio de Abogados está ocupado por otro compañero solicito al funcionario de prisiones poder utilizar uno de los locutorios destinados a visitas de familiares. Estos locutorios, a pesar de ser independientes, están separados por paredes de cristal, hecho que permite que pueda ver las entradas y salidas de familiares, y sin yo pretenderlo mi imaginación se acelera, rompiendo rejas, techos y paredes. Imagino vidas. Tantas como presos. La paupérrima insonorización de los locutorios me permite escuchar, a pesar de que no quiera ... aunque a veces quiera.

El otro día tuve la oportunidad de estar en uno de esos locutorios. Justo en el de al lado había una mujer mayor vestida de traje azul marino. Bien y recién peinada. Con unas enormes gafas de pasta disimulaba unas enormes ojeras y unos enormes ojos azules que de tanto lamento se habían convertido en eternamente tristes; perdidos y desenfocados viendo a su hijo al otro lado del lado del cristal.
La comunicación en esos locutorios es difícil, a través de una especie de interfono que en la mayoría de las ocasiones falla y hace que tengamos que gritarnos, como si en vez de hablar estuviéramos discutiendo. La mujer gritaba, gritaba mucho y se resitía a entender que su hijo pudiera estar allí encerrado, y allí ella ... sin ni tan siquiera poder tocarlo. Ella no escuchaba cuanto le decía su hijo. Le gritaba que comiera, que estaba muy delgado. ¿Y las medicinas? ¿Te las sigues tomando? ¿La metadona te sigue sentando tan mal? y, ¡aféitate! ¡aféitate! Si tu padre te viera.... La niña mejor que no venga a verte ... es demasiado pequeña.


A través del cristal, gritándose historias, madres, hijos, novias, un cuadro de enamorados, todo viejo, mucho frío, ruidos de rejas, que se abren y se cierran, ...donde la libertad tiene más significado que en ningún otro sitio.

PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII ¡FALTA!


¿A qué huelen los Juzgados?. ¿A qué huelen los expedientes que se amontonan, como olvidados, en la mesa del funcionario encargado de la tramitación de los juicios de faltas?. ¿A qué huele el hombre que, extraordinariamente alterado, reproduce una discusión con el vecino?. ¿A qué huele el agente judicial que intenta calmar al hombre incendiado?. ¿A qué huele cuando el agente se da por vencido y concluye, cuando da un repaso a su experiencia, que es misión inútil calmar al hombre?. ¿A qué huele todo ese ambiente?.

Huele a crispación, a odio, a arrebato, a rencor sostenido en el mismo límite de las entrañas, a olvido de la palabra "perdón", a tener en la flor de la piel tatuada la palabra "ofensa" ... a mucho tiempo libre.

Pero el hombre quiere poner denuncia y el funcionario está obligado a recogérsela. Y aparta el montón de expedientes que llevan más de dos semanas parados. De un extremo de la mesa, a la estantería que tiene detrás. Y de la estantería, a hacer equilibrios encima de la impresora. Y de encima de la impresora, a la mesa del compañero que está de vacaciones. Y de la mesa del compañero hoy vuelven, inalterados, a su mesa...tan dispuesto que estaba él a tramitarlos todos hoy, de una vez por todas...

Pero el hombre insiste en poner denuncia, y el funcionario está obligado a recogérsela.

Y el hombre explica muy rápido que ha llegado a casa, ... y el vecino, que le ha mirado muy mal, le ha rozado con la caja de herramientas ..."Un poco más despacio, que tengo que recoger exactamente sus palabras ..." - suelta el funcionario, contenido, reprimido, muerto de ira intuyendo lo absurdo de la denuncia...

Pues eso, que me ha rozado con la caja de herramientas y me ha mirado desafiante...y claro, he tenido que defenderme ...y le he dicho que a mí no me tiene que mirar así... y él me ha levantado la mano, con la intención de agredirme...y entonces le he dicho ... aquí le traigo el informe médico ... "Informe médico ...¿de qué? ¿de una rozadura?" - mastica y engulle el funcionario ...."Y en aras a acreditar cuanto se ha expuesto, el denunciante aporta informe médico expedido en el día de la fecha" - teclea el funcionario. "¿Y nada más?".
Bueno - vuelve a empezar - es que esto viene ya de lejos, sabe usté, de una vez que acusaron a mi hijo de robar una moto vieja que mi vecino tenía ... ya sabe, cosa de chiquillos ... y - acaba - de que dicen que su mujer bebe los vientos por mí.

El funcionario imprime la denuncia. Se la da al hombre para que la lea y, si está de acuerdo, que la firme. El hombre pregunta si tardará mucho en salir el juicio. El funcionario constesta que ya le avisarán para ir al médico forense y que luego recibiría la citación para juicio; unos dos meses, como mucho.

Y el funcionario abre nueva carpeta, acompaña la denuncia e incoa el oportuno expediente. Suspira cansado, y lo coloca debajo del montón de expedientes que tiene por tramitar.

Y mientras, el hombre cruza el Juzgado, con la cabeza bien alta ... por fin se va a hacer Justicia.