Cuando empiezas a bailar, miras el suelo. Asientas los pies. Y vuelas. Asciendes.

No sabíamos bailar ¿recuerdas?

Y ahora, llegó la hora de exhibirnos. Y me tiemblan las piernas. No sabes cuánto.

Pero, Raúl, jamás te soltaré.

¿ESTAS AHI?


El sol allí, tan alto, y me quema. La fruta. El olor a albahaca y menta de mi jardín. Las primeras horribles malditas marcas del bikini. Las primeras barbacoas. La cerveza y las tapitas después de trabajar, con Jorge, en el patio. Homer a mis pies. Organizar la salida del próximo fin de semana. Soñar con el viaje de agosto...

Pero lo días corren ante mí, tan deprisa que no logro alcanzar uno y detener el tiempo. Le pediría al verano uno solo de sus días, para colocarle unas tremendas esposas y no apearme de él hasta recuperar un calco de un día del verano del año pasado. Todos juntos. También solos los dos. En nuestra playa favorita, en Peratallada, en los chiringuitos de la feria, en Portaventura, en Croacia, en el portal, en la piscina de Sandra, en las cenas, en las esperas para comprar el pan de los bocadillos, en las barbacoas, en las interminables esperas porque alguien llegaba tarde, en los atardeceres, en los baños bajo ninguna luna y en la sospecha de una lejana tormenta, en la barca inundada de sonrisas .... ¿Puedo yo sola sentir todo eso? ¿Recordar todo eso?
Porque quiero que toques conmigo la guitarra, y que bailes un podium conmigo. Porque contigo quiero compartir libros y los regalos de las revistas. Porque quiero que, después de toda una vida, continúes diciendo barbaridades y reirme de ellas. Porque quiero seguir compartiendo tus locuras y los hinchables. Porque me gusta tu tranquilidad y cuanto me transmites. Porque me encanta compartir cañas contigo y probar de tu Martini, aunque no me guste.

¿Estás ahí? Tan solo te pregunto, ¿por qué yo ya no te veo?.