HABITACION 810

6, 7, ... Planta 8. No apartaba su mirada de mí y en mi espalda aún sentía los restos de su aliento. Sin quererlo me dio más abrazos que en toda su vida, y queriéndolo se convirtió en mi escudero más fiel. Se adelantó al salir del ascensor y ojeó furtivamente todos los paneles de información... 8... 8...10 ¿no? Me arrastró tras sus decididos pasos y me dejé llevar. Me latían hasta las pestañas y en las de él absolutamente toda mi cobardía. Me dejé llevar envuelta en un interminable silencio y respiré, respiré y me ahogué en mi pretendida e incuestionada decisión. Escogí todas las palabras y los gestos, uno tras otro... pero la 810 me los borró sin avisar. ¿Qué podría yo ofrecer más que mi compañía silenciada? Él se adelantó otra vez y prestó su mano cordial en la distancia que marca un conocido, pero retrocedió y me dio paso, mantuvo su mirada en mi ... uno, dos segundos ... descubrí que sonreíamos y que me esperaba.
Hoy he vuelto a visitar la 810 por tercera vez, sola. Con decisión abordo cada esquina; cuando logro recuperar su aliento en mi espalda traspaso el otro mundo y logro besar su cara. No sé aún para qué ... pero me tiene otra vez aquí.
Una vez aquí avanzo entre todos con una mirada reseca, observando a lado y lado con una inseguridad "machita", sin encontrar definición a mi tristeza. Ya los silencios no me sirven y los ojos y los hombros de los demás tampoco; se humedecen y se debilitan en cada conversación y los míos empiezan también ya a no dejarme ver... será el pasar de los días que no retrocede ni por un instante, ni por un instante, ni por un instante ... un momento, por favor, que es mi amigo y necesita aliento.

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